La finca, de la que se respetó la arquitectura campesina malagueña del siglo XIX, y que enamoró al escritor a finales de los años ochenta –a punto de dar el salto del teatro a la novela- fue, al menos durante tres décadas, un lugar oculto al gran público.
Era el jardín secreto de Gala y sus amigos más íntimos: sus invitados al jardín. Ese “paisaje verde y escalonado, ese cielo diáfano, esa luz incansable…”, tal como lo describe él mismo, conformaba un espacio de soledad: la soledad sonora, elegida por el propio Gala.
… “Atendiendo siempre a los distintos procesos que utiliza la creación para sobrevenir, me tentó desde muy joven mirar a mi alrededor a los creadores no literarios, cuyos medios de manifestación son la plástica o el ritmo, el volumen o el tiempo. Siempre soñé con conocer los caminos de quienes no escribían ni necesitaban la palabra como medio de expresión. En mi pensamiento, habían de ser criticados para mi propia multiplicación y mi propio enriquecimiento. Me atraía una especie de comunidad pitagórica en que, creadores de diversos orígenes, produjeran entre sí una especie de fecundación cruzada que los hiciese crecer recíprocamente y recíprocamente erguirse y adentrarse en el entusiasmo donde la creación reside.” Así habla Antonio Gala de la Fundación que lleva su nombre.
La Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores tiene su sede en Córdoba, en el convento del Corpus Christi, del siglo XVII, remodelado para su nuevo uso por el arquitecto cordobés, y amigo de Gala, Rafael de la Hoz: “En ella los jóvenes creadores trabajan aislados y reunidos a la vez, intercambiando experiencias los pintores y los músicos, los escritores y los escultores. Se animan unos a otros, se elevan, se trasladan sus respectivos raptos, y así la convivencia es feliz, tensa, fructífera y alegre.” Con la adquisición de La Baltasara por el Ayuntamiento de Alhaurín el Grande, en octubre de 2020, la finca comienza una nueva etapa, más ligada si cabe a la Fundación.
“Donde durante siglos se levantó la reflexión y el amor más espiritual, se han instalado las ansias, los deseos, los proyectos, el temblor y la luz de jóvenes creadores que llevan después, vayan donde vayan, el fértil recuerdo de su estancia. De ahí que su lema sea un versículo del Cantar de los Cantares: Pone me ut signaculum super coor tuum (Ponme como una señalita sobre tu corazón).”
El Ayuntamiento de Alhaurín el Grande, a través de su delegación de Cultura, se ha hecho cargo del nuevo espacio. La Baltasara se ha metamorfoseado en Casa Museo Antonio Gala, pero permaneciendo intacta: tanto la vivienda principal, de unos 380 metros cuadrados, como el resto de las estancias y los jardines y huertos que componen la finca -de 30.000 metros cuadrados-, bordeada por el río Fahala, están tal y como el escritor lo dejó todo, tras su marcha definitiva a Córdoba.
Mobiliario, enseres, objetos personales, biblioteca… Cada cosa está en su sitio. Y convertido en un centro cultural multidisciplinar, vinculado a la Fundación Antonio Gala y a Alhaurín el Grande.
El convenio marco de colaboración entre la institución y el pueblo alhaurino así lo ha dejado por escrito. La gestión museística de La Baltasara ha arrancado con mejoras en la iluminación interior y exterior, así como con la creación de una oficina de información-recepción, la ampliación del aparcamiento y el diseño de la imagen corporativa y la web para la gestión, tanto de las entradas a la Casa Museo como del resto de actividades que se organicen a lo largo del año.
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